Escribir «Rumores en Febrero» ha sido toda una revelación, primero, porque quería plasmar una historia totalmente diferente a la anterior; deseaba que sus protagonistas fueran únicos y que os atrapase con cada diálogo.
Tenía todos los ingredientes anotados en mis libretas y la escaleta perfectamente trazada; sin embargo, el miedo se apoderaba de mí a medida que avanzaba. Después de escribir el punto final de cada capítulo, sentía una alegría que me desbordaba. Me llenaba profundamente hablar de estos personajes y ese juego que mantenían entre ambos: la tensión, la fuerte atracción y lo que desencadenaron, una inmensa explosión nuclear que dejaría secuelas a su alrededor. Me enamoré de la historia, pero, como sucede con cada nueva novela, experimenté el síndrome del impostor, ese que te susurra palabras venenosas que se enredan en tu cerebro.
Las lectoras cero me dieron ese empujoncito final, y ahora ya es toda vuestra; formáis parte del Equipo de la Ligasión.
«Rumores en Febrero» me ha abierto las puertas a otras historias que he dejado latentes entre sus páginas. Unas llegarán más pronto que tarde, y otras, quizás, necesiten madurar algo más en mi cabeza antes de empezar a teclear. Todas tendrán su voz; todas contarán su historia. Solo os pido paciencia y tiempo; no es fácil compaginar el mundo literario con la rutina diaria. Mi pequetusa me reclama y las voces de mis personajes claman por su momento.
Solo os diré que todo llegará. Gracias por hacer esta aventura tan especial.