✈ ¡Noticias frescas!
Hace unos meses os conté que quería dar voz a ciertos personajes que hasta entonces solo habían sido secundarios, terciarios o simples visitantes de paso en otras de mis novelas. Personajes que se asomaron en Susurros en Diciembre o Rumores en Febrero, y que, con apenas unas líneas, ya pedían a gritos su propio foco. Os dije sus nombres. Os prometí que sabríais más. Que los escucharíais. Que esos alfas, algunos más brutos, otros más sutiles, venían con ganas de hablar con nosotras.
Y empecé por Viggo. Porque, sinceramente, no podía ser de otra manera. Después de su aparición estelar y de cómo se fue metiendo entre escenas hasta colarse también en mi cabeza, supe que tenía que escribir ese momento exacto en el que lo conocimos. Porque sí, él muy socarrón se las apañó para camelarme (y camelaros) y conseguir un papel mucho más importante del que yo misma había planeado. Así nació ¡Arréstame, por favor!. Lo conocimos como se debe: con el uniforme apretándole más de la cuenta, y descubriendo lo que había debajo. Un mapa directo a su corazón. Seamos sinceras… nos enamoró a todas. Y a más de una le volatizó las bragas sin pedir permiso.
Ahora estoy con él. Sí, Él. Y aviso: no estáis preparadas.
Ese carácter canalla, chulesco, que va por la vida convencido de que todo lo que quiere es suyo con solo sonreír… Su historia me ha regalado momentos brillantes. Sus diálogos prometen el doble de lo que dicen, y esconden más intenciones que un mensaje a las tres de la mañana. Y cuando por fin me lo encontré de frente, cuando tuve que mirarlo a los ojos y escribirlo de verdad, ni yo me pude resistir. Lo quería odiar, por lo que representa, por cómo entra en escena como si le perteneciera, pero terminé amándolo por todo lo que es cuando se quita las gafas de aviador. Gafas que, por cierto, me han vuelto literalmente loca.
No puede callarse. Su lengua es una ruleta de pullas afiladas, su sentido del humor la gasolina de cada escena. Y su forma de acercarse, de acecharte con esa calma felina y provocarte un microinfarto con una sola frase… no tiene comparación.
Así que ahora ya sabéis por qué he estado tan desaparecida.
Primero fue el vikingo, que me dejó agotada. No esperaba su alcance ni todo lo que me ha dado, pero lo he disfrutado como se disfrutan las cosas que no se ven venir: a carcajadas, con un poco de susto y mucho corazón. Cada mensaje que me habéis mandado, cada reseña, ha sido una caricia que no se olvida.
Y ahora, él. Que está calentando motores. Que viene a despegar. Y que, cuando lo haga, nos va a provocar turbulencias. De las que se sienten en el pecho… y también en sitios que no son horas de nombrar.
Os quiere, S.J. (Setzy).